Rafelín Martínez, de 30 años, era conocido en Azua y Baní con sus dotes de trabajador serio. Dejó una niña de dos años.
Desde pequeño se dedicó a la fabricación de pilones de madera, una artesanía muy demandada por las que transitan por la carretera Sánchez, hacia el Sur de la República Dominicana. El oficio lo aprendió de su padre quien tiene un taller más grande que el de Rafelín, pero en la comunidad de Las Charcas en Baní, colindante con la localidad rural de Boquerón (en la entrada de Azua).
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